sábado, 2 de agosto de 2014

Capitulo 7: La fiesta (Parte 3)

Esa estúpida sonrisa de apodero de mi rostro y con ella, mi torpeza se hizo presente. Tiré una de las muchas copas que había a mi izquierda, y más de uno se río, pero yo solo tenía ojos para Christian. Me hice a un lado para que él pudiera pasar y por unos segundos su mano rozó mi vientre. Relájate, Jennifer, tranquila. Se giró y su sonrisa me hizo deshacerme por dentro. Joder. Busqué a Belén con la mirada y la encontré en su mundo, seguramente pensando en mañana.
Hoy, esa misma noche tenía que decirle a Christian que me gustaba pero tenía miedo de tantas cosas que no pude hacerlo. La música cambio de golpe y una suave balada empezó a sonar. Estupendo, Jennifer, ¿Con quién vas a bailar? Con nadie. Me iba a sentar en uno de los sofás, pero una mano rodeo mi cintura y mi corazón de paró. Christian:
-       Jennifer, ¿Quieres bailar conmigo?
Es broma ¿no? Christian Hernández me estaba pidiendo un baile y yo no sabía qué hacer o qué decir. Por tu vida, Jenny. Respóndele. Asentí con la cabeza y él sonrió, dejando ver su perfecta sonrisa de dientes blancos. Había perdido a Belén, pero no podía andar muy lejos, después del baile la iría a buscar y le explicaría lo ocurrido. Nos colocamos entre las pocas parejas que habían decidido salir a la improvisada pista a bailar. Me puse delante de él, clavando mi mirada con la suya e intentando no perder el equilibrio. Su mano me atrajo más hacia él por la cintura, quedando a escasos centímetros de su boca. Respira. Puse mi mano en un cuello y me auto provoque una electricidad por toda la columna, que él notó:
-       Jennifer, tranquila. Es solo un baile ¿no?
-       Si…pero no se me da muy bien bailar, Christian. No soy de esas chicas que bailan.
-       No importa, solo sígueme.
Nos empezamos a mover al compás de la dulce melodía y sus ojos verdes no dejaban de mirarme. Intentaba evitar su mirada, pero cada vez que la apartaba, él me apretaba la mano para que lo mirase de nuevo. La música continúo siendo delicada y suave, pero Christian decidió que esa postura le incomodaba. De pronto, me encontré de espaldas a él. Sus manos me rodeaban la cintura y se encontraban en mi vientre. Respirar me costaba más que hacer una simple ecuación algebraica. Noté como apoyaba su cabeza en mi hombro y su boca me susurraba en la oreja:
-       Jennifer, esto no es un sueño. Estoy aquí, a tu lado y no sabes las ganas que tengo de decirte cuanto he esperado este momento.
Me giré de golpe y sus ojos brillaban de ¿Lujuria? ¿Amor? ¿Pasión? No podía saberlo, lo único que sé es que no me dio tiempo a pensar mucho más, porque sus labios se apoderaron de los míos sin permiso. Nos besamos, como si fuéramos una pareja, algo que yo había esperado hacía mucho tiempo. Sus manos empezaron a subir por mi cintura hasta mi cuello, para profundizar más el beso. Saboreaba su boca, deseando que nunca se terminara pero el destino no lo quiso así. Todo se silenció. No sabía si era porque nos estábamos besando o porque…Belén.
La vi tendida en el suelo, con las manos en su cara, llorando como una niña. Me separé completamente de él, con las mejillas rojas y una tierna sonrisa me despedí y fui a buscar a mi compañera. Supe que algo había pasado y al haber a Aaron con Marina, su chica, lo entendí. Amablemente les dije que se marcharan todos, pero nadie movió un dedo. Todas miraban la escena divertidas, mientras que yo me moría por dentro. Tan difícil es abandonar la casa. La rabia me cegó y grite:
-       ¡Podéis hacer el puto favor de salir! ¡Fuera!
Pero nadie hizo ademán de irse. ¿No ven que los quiero fuera? ¿No ven que tengo que intentar calmar a Belén? No lo ven, Jennifer. Una voz profunda y masculina me saco de mis pensamientos:
-       ¿No habéis oído? ¡FUERA DEL PISO! ¡AHORA!
Todos los presentes salieron como niños cuando terminan las clases. Me giré hacia un Christian muy cabreado pero enseguida esa sonrisa suya volvió:
-       Jennifer, lo siento por haber… - pero no le deje terminar.
-       Gracias, Christian. Si no fuera por ti aún seguirían aquí. ¿Te importaría irte? Tengo que hablar con Belén y ordenar el piso.
-       No las des, preciosa. Claro, no hay problema. Mañana hablamos.
Se acercó a mí y me dio un dulce pero corto beso en los labios. Sonrió y desapareció de mi vista. Baje mi mirada hacia Belén, que se había levantado del suelo y ahora lloraba en el sofá. Me arrodillé delante de ella y aparté sus manos de su hermoso rostro:
-       Belén, cariño. Cuéntame ¿Qué ha pasado?

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