Amanda Turner.
Estaba quedándome casi dormida en la mesa. La clase de
matemáticas estaba siendo especialmente aburrida y agotadora. Por suerte, el
timbre sonó y rápidamente, Sara y yo nos levantamos de la silla para salir de
allí lo antes posible. Era la última hora del día así que ambas fuimos hasta
nuestras taquillas para dejar los libros y coger nuestras mochilas y salir al
fin, de aquella cárcel. Caminamos juntas mientras charlábamos hasta un lugar
donde nuestros caminos se dividían. Sara era la única amiga que tenía aquí, en
España. Llevaba casi dos años viviendo aquí, mi padre era el subdirector de una
empresa londinense y le habían mandado a promover la empresa por aquí. Llegué a
casa después de escuchar unas cuatro canciones que mi ipod había seleccionado
aleatoriamente y, como todos los días, mis padres me esperaban para comer
juntos. Después de una comida no muy animada, subí a mi habitación, me tumbé en
la cama y para variar, mi mente voló hasta mi ciudad natal: Londres. Echaba de
menos todo lo que tenía allí, pero sobre todo, a mi hermano. Él, al ser mayor
que yo, se había quedado allí y aunque yo había suplicado miles de veces que me
dejaran quedarme con él, que ya era mayorcita, mi padre se había opuesto
rotundamente.
Un golpe de nudillos en la puerta de mi habitación hizo
que volviera a la realidad y me incorporara.
- Adelante.-dije. Mi madre se asomó por la puerta y entró
a la habitación sonriendo.
- Tengo algo que contarte.-dijo sentándose frente a mí en
la cama.
- ¿De qué se trata? –pregunté algo curiosa.
- No sé si te va a gustar.-
- Habla, mamá.
- Verás, es que…-me estaba poniendo nerviosa con tanto
secretismo.
- Mamá, dilo ya de una vez por favor.
- Vale, vale. Han llamado a tu padre, ha cumplido su
“misión” –dijo haciendo las comillas con los dedos.- aquí así que, podemos
volver a Londres.
- ¿Qué? –grité emocionada.- ¿Hablas en serio? –ella
asintió.- ¡Esto es genial! ¡Volvemos a casa! –me abalancé sobre mi madre para
abrazarla.- ¿Cuándo dices que nos vamos?
~
Una semana después estaba ya con la maleta preparada.
Eché un último vistazo a la habitación para asegurarme de que no me dejaba nada
y salí de allí con una maleta en cada mano y una pequeña mochila colgada a mi
espalda. Sara había venido a casa a despedirme.
- Te voy a echar de menos, eras la única con la que podía
hablar en condiciones.-me dijo al abrazarnos.
- Y yo a ti, tendrás que ir a visitarme a Londres, eh.-le
dije.
- Claro que sí, en verano iré a verte, don’t worry.-ambas reímos y nos
abrazamos de nuevo.- Cuídate mucho, ¿vale?
- Lo mismo digo.-besé su mejilla antes de meter la maleta
en el coche.
Mi madre se encargó de cerrar con llave la puerta de la
que había sido nuestra casa y después de darle otro abrazo a Sara, me metí en
el coche que conducía mi padre y pusimos rumbo al aeropuerto.
Respiré hondo, sonriendo una vez estuvimos sentados en el
avión.
- ¿Ya tienes lo que querías? –dijo mi padre. Asentí
enérgicamente.
- No sabes las ganas que tengo de volver a casa.
- Lo primero que tenemos que hacer ahora es volver a
matricularte en el instituto, no puedes perder el curso.-comentó mi madre. Eran
mediados de abril así que, quedaba la recta final del curso.
- Claro, el lunes a primera hora estaremos allí, no te
preocupes.-
El vuelo pasó tranquilamente mientras yo escuchaba música
y mis padres hablaban, en cuanto llegamos, fuimos a recoger nuestras maletas y nos
subimos en un taxi para ir a casa. Bajé la primera, ¡tenía tantas ganas de
volver a entrar en mi casa y pisar mi habitación!
- ¡Dani! ¡He vuelto! –grité para llamar la atención de mi
hermano.
- ¿Amy? –escuché su voz en el piso de arriba. Se asomó a
las escaleras y bajó corriendo para abrazarme y con ello, levantarme unos
centímetros del suelo.- ¿Qué hacéis aquí?
- Papá vuelve a trabajar aquí.-dije sonriendo y volvimos
a abrazarnos.- Jo, te he echado mucho de menos.
- Y yo a ti.-nos separamos.- Pero mírate, estás hecha
toda una señorita.-dijo haciéndome girar mientras reía.
- Tú estás muy guapo, eh.- Algo totalmente cierto, él, al
contrario que yo, era moreno de pelo pero los ojos los teníamos iguales: de un
verde azulado.-A ver, ¿cuántas chicas tienes detrás de ti? –pregunté apoyando
mi mano en mi cintura.
- Ninguna, sabes que de momento no quiero nada serio con
nadie.-contestó riendo.
- Eso no contesta a mi pregunta. Además, ya va siendo
hora de que te eches una novia formal.
- ¿Me estás llamando viejo?
- Vamos, ayudar a meter las cosas.-nos llamó mi padre
desde fuera.
~
- ¿Se puede? –preguntó asomándose a mi habitación.
- Claro, pasa.-contesté.- Estaba a punto de meterme en la
cama.
- Solo venía a invitarte a un sitio.
- Uh, ¿sí? ¿Dónde?
- Voy a salir con mis amigos a tomar algo mañana por la
tarde, por si te apetece venir.
- ¡Por supuesto! Llevo muchísimo tiempo sin salir por
ahí, ya lo sabes.
- Guay, hemos quedado a las siete.
- Perfecto.-sonreí y se acercó a besarme en la mejilla.
- Buenas noches, pequeñaja.
- Buenas noches.
- ¿Sabes? Me encanta que estés de vuelta.-dijo antes de
irse.
- Te quiero, Dani.
- Y yo a ti.-me tumbé de nuevo y en seguida me quedé
dormida. Esta noche, sin duda, dormiría como nunca. Al fin estaba de nuevo en
casa.
~
- ¿Vas a salir? –preguntó mi madre cuando bajé por las
escaleras prácticamente corriendo. Asentí.
- Me apetece ir a dar una vuelta por la ciudad.-sonreí.
- Está bien, pero a la hora de comer te quiero aquí, ¿de
acuerdo?
- Claro.-besé su mejilla y salí de casa.
Me puse los cascos y empecé a caminar, sin rumbo fijo.
Después de tanto tiempo fuera de la ciudad, solo me apetecía recorrer las
calles londinenses y disfrutar de ellas. Pasé frente a una peluquería y por mi
cabeza se pasó la idea de hacerme un pequeño cambio de look. Así que, sin
pensarlo más, entré. Cuando salí, mi larga melena rubia me llegaba solo un poco
por debajo de los hombros, el flequillo cubría mi frente y además, le había
añadido unas cuantas mechas rosas. Me encantaba cómo me había quedado. Volví a
casa, como había dicho, a la hora de comer. Llamé al timbre ya que no había
cogido las llaves y mi hermano abrió la puerta.
- ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi hermana? –dijo y
luego estallamos en una carcajada.
- ¿Te gusta? –dije dando una vuelta.
- A mí sí, al que creo que no le va a gustar nada es a papá.-dijo
riendo y entré en casa.- Pero tienes suerte de que hayan tenido que salir a
comer, ya sabes, cosas de trabajo, como siempre.
- Es igual, tarde o temprano lo va a ver.-contesté.- ¿Qué
hay de comer?
- Hm…¿pizza? –solté una carcajada.
- ¿Se puede saber cómo demonios has sobrevivido todo este
tiempo?
~
- ¿Estás ya, tardona? –gritó desde el pasillo.
- Un minuto, espérame abajo.-dije de la misma forma.
Terminé de vestirme, iba sencilla: unos vaqueros oscuros ajustados y una
camiseta blanca, de manga corta con un estampado, las converse blancas y el
pelo suelto. Me pinté la raya inferior, un toque de rímel, un poco de gloss y
lista. Cogí una cazadora vaquera por si acaso refrescaba, metí el móvil en el
bolsillo del pantalón y bajé.
- Ya era hora, maja. ¡Vamos a llegar tarde!
- Eh, aún tenemos diez minutos.
Salimos los dos de casa y unos minutos después, estábamos
entrando en el Starbucks donde mi hermano había quedado con sus amigos. No
sabía con cuántos de ellos había quedado pero estaba segura que Josh se
encontraba entre ellos. Él era su mejor amigo desde que tengo uso de razón. Y
no me equivocaba. En una mesa se encontraban él y una chica que me sonaba de
algo, no sabía bien de qué.
- Bueno, Amy, ya los conoces, son Josh y Elizabeth, ¿te
acuerdas de ellos? -¿Eli? ¿En serio era ella?
- ¿Eli?
- ¿Amy?
- ¡AHHHH! –gritamos las dos antes de abrazarnos. Nos
habíamos conocido por casualidad. Mi hermano solía hacer skate en el parque
junto a Josh y otros chicos del barrio y ella siempre estaba observándolos para
después imitar sus movimientos. Como yo solía acompañar a mi hermano y no había
más chicas por allí, nos hicimos amigas.
- ¿Se puede saber por qué llevo todo este tiempo sin
saber nada de ti? –dije cuando nos separamos.
- Ya te contaré.-dijo algo apenada.- Han sido demasiados
problemas juntos.-volví a abrazarla.
- ¿Y se supone que tú eres la pequeña Amy? –intervino
Josh.-
- Ajá.-dije.
- Permíteme decirte que estás muy guapa.-
- Gracias, gracias.-contesté riendo después de abrazarle
a él también. Mi hermano y él fueron a pedir algo de beber para todos y nos
sentamos a charlar mientras bebíamos nuestros cafés.
- Tendrías que verle ahora, hermanita, es el batería de
un grupo famoso.-explicó mi hermano.
- ¿En serio? –pregunté mirándole.- ¿Por qué nunca me
cuentas las cosas interesantes? –le recriminé a Dani.
- Y él encantado, tiene a un montón de chicas tras
él.-comentó Eli.
- ¿Y alguien me va a decir cómo se llama el grupo?
- One Direction.-dijo Josh.- Son cinco chicos “guapos”,
según las chicas de medio mundo.-
- Ni idea.-dije negando con la cabeza aunque la verdad es
que el nombre me sonaba.- pero supongo que no será por eso por lo que son tan
famosos, ¿no?
- Por supuesto que no, tienen mucho talento.-
Pasamos el resto de la tarde charlando un poco de todo y
sobre las nueve, decidimos volver a casa. Yo quedé en llamar a Eli ya que
teníamos una charla pendiente. Cuando llegamos, estaban mis padres esperándonos
para cenar.
- ¿Se puede saber qué te has hecho en el pelo? –dijo mi
padre, prácticamente gritando. Oh, oh, esto me lo temía yo.
- Me apetecía cambiar un poco.-contesté.
- ¿Y con el permiso de quién? –me quedé callada.- Sube a
tu cuarto, estás castigada toda la semana.
- ¿Qué? ¡Ya no soy una niña, papá! Es mi pelo y hago lo
que quiero con él.
- Ya me has oído.-respondió serio.
Subí enfadada a mi habitación y cerré la puerta con un
portazo. Las cosas siempre eran así con él, no se podía dialogar, lo que él
dijera era lo que valía y se acabó.
Elizabeth Hunt
Josh Devine
No hay comentarios :
Publicar un comentario