No pude guardar mi pequeño secreto durante mucho tiempo, básicamente por dos razones: La primera era que cada dos por tres tenía que ir al baño y eso despertó la curiosidad de los chicos. Y la segunda era que cuando estábamos estirados en el sofá, Liam apoyaba su cabeza en mi vientre y sentía como algo se movía en mi interior, así que a mediados de octubre se lo conté:
- Liam, si cuando te cuente esto quieres dejarme lo entenderé. Es tu vida y no tiene porque influirte esto en ella, porque…
- ___(tn), cariño, ve al grano que tengo que irme a una reunión para el tour en España. – Me interrumpió mi chico.
- Vale…Liam, estoy embarazada… y bueno…el padre…eres tú. – Dije a medias, ya que mi voz no salía de mi boca.
Liam estuvo callado durante más de cinco minutos, cosa que me ponía más nerviosa y el ataque al corazón estaba a punto de llegar. Por suerte, al final me dijo:
- ¿Voy a ser padre?
- Si, Liam, vamos a ser padres, pero si no quieres no hace falta que…
Y sus labios se juntaron con los míos, para callar lo que nadie quiso saber. A partir de su nuevo título como futuro padre, no me quitaba el ojo de encima. Procuraba que durmiera bien, que comiera lo suficiente para los dos y sobre todo, que los chicos no se abalanzaran sobre mí en ninguno momento, con la excusa de que podían hacer daño al bebe. Al pasar las veinticuatro horas pendiente de mi y de nuestro hijo, eso le quitaba horas a la banda, aunque los chicos no dijesen nada, yo sabía que estaban algo molesto porque Liam dedicara más tiempo a un hijo que a sus hermanos.
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